18 horas de viaje terrestre separan a una estudiante de Bacteriología de su tierra y de su familia. Su anhelo más grande es terminar su carrera y regresar a su comunidad a servir con lo aprendido y aportar para que las condiciones de salud del territorio mejoren.
Vanessa Enríquez nació en Pasto, Nariño, pero vivió la mayor parte de su niñez en una vereda cerca a Ipiales llamada Carlos Sama. Ella pertenece a una comunidad de la cual se siente demasiado orgullosa y para la cual tiene grandes anhelos: El Resguardo Indígena de Carlos Sama.
Allí creció en medio de aire puro, naturaleza, costumbres autóctonas, tranquilidad y también mucha papa y arroz, que nunca falta en todas sus comidas. Vanessa madrugaba todos los días para ir a su colegio. Cuando llegaba el fin de semana, no llegaba su anhelado descanso, pues los sábados y domingos también se levantaba temprano, no a estudiar, pero sí a ayudar a sus abuelos en la carnicería familiar, a donde llegaban los habitantes de zonas aledañas.
Para ella siempre fue un sueño estudiar una carrera que tuviera que ver con la salud. Mientras permanecía en la cuarentena obligatoria que se decretó para todo el país, tuvo la oportunidad de ser asesorada por alguien que le referenció a la Universidad Católica de Manizales y su programa de Bacteriología. Así, cambió a Medellín por la capital de Caldas.
Llegar a la UCM significó un salto a lo desconocido. La tristeza trató de apoderarse de ella los primeros días. No se sentía bien tan lejos de los suyos. Todas fueron sensaciones pasajeras. Rápidamente el interactuar con sus compañeros la llevó a sentirse acogida entre ellos y sus dudas se transformaron en felicidad y deseos de continuar luchando por su sueño. Para sus compañeros de clase, Vanessa es alguien que viene de lejos cuya cultura es muy diferente a la de ellos. “Algunas de mis amigas me han preguntado por mi comunidad, por las costumbres que allí tenemos, por la comida, por los asuntos culturales y por la obediencia que debemos tener hacia los mayores”.
Para Vanessa hacer parte de la comunidad UCM ha sido muy satisfactorio, se siente orgullosa de sus orígenes y libre de compartir sus costumbres y conocimientos indígenas con otras personas, lo que la hace sentir feliz de haberse decidido por tener su experiencia académica en Manizales.
El pertenecer a una comunidad indígena le trae un beneficio económico con el fondo Alvaro Ulcué Chocué, quien fue el primer sacerdote católico indígena del país, en su homenaje se fundó el fondo de apoyo para estas comunidades que facilita su ingreso a programas académicos de pregrado y posgrado en universidades del país.
El gobernador y los regidores de su comunidad le aprobaron su postulación al fondo. En contraprestación debe realizar un proyecto que impacte a su comunidad y esté relacionado con su carrera de Bacteriología. Para la consolidación de este proyecto Vanessa debe invertir 80 horas por semestre y en sus vacaciones es requisito reunirse con la comunidad para presentarles los avances del mismo, ella aprovecha ese tiempo en su lugar de origen e involucra a los niños del resguardo para enseñarles sobre la atención que deben tener con los temas medio ambientales. “El Cuidado del Territorio de la Pachamama del resguardo de Carlos Sama” es el nombre de su proyecto.
Me hace muchísima falta mi tierra. Cuando salgo a vacaciones de la Universidad, inmediatamente tomo mi transporte para llegar hasta allá. Es un largo viaje que vale la pena hacer para estar allí, cerca de un mes o mes y medio. Aparte de gustarme el tema de la salud, me gustaría aportar a mi comunidad con lo que aprenda en mi carrera de Bacteriología. Mi objetivo es terminar mis estudios y regresar a mi pueblo: no me veo por ahora viviendo en un lugar distinto a mi tierra.
Por Alejandro Marín Pineda
Unidad de Comunicaciones
almarin@ucm.edu.co
